domingo, 21 de febrero de 2010
Entrevista a federal. "Aquí sí está muy cabrón"
Porfirio, de 29 años de edad, es uno de los mil 600 elementos de la Policía Federal enviados a Ciudad Juárez desde hace cuatro meses. Y así define a esta ciudad asolada por la violencia, y el pavor que implica vivir en ella:
“Aquí sí está cabrón. Están bien locos. Bien salvajes. Aquí sí da miedo. Esta es la ciudad más violenta del mundo, me cae. Hay más muertos que en Irak. Una noche nos tocaron 23 ejecutados. Eran como dos cada hora, puros levantados y aventados… Aquí toda la gente tiene temor: se ve, se siente y te lo dicen.
“Hasta uno: cuando andamos francos (en día libre), a mis compañeros les ando texteando (enviando mensajes desde su teléfono móvil) cada media hora, pa’ que sepan dónde ando… Mira, aquí en el 2002 había 155 bandas, ¿sabes cuántas hay ahora? Más de 900, para que te des una idea. ¡Imagínate: se pelean hasta por una puta calle! Está cabrón… No, aquí yo sí rezo: “Chuchito, estoy en tus manos y hágase tu voluntad. Tú sabes si hoy regreso vivo…”
Porfirio es un ex militar que tomó en el Ejército numerosos cursos de adiestramiento, como el impartido por los Gafes (Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales). Es miembro de un agrupamiento de 400 policías considerado de élite. Su mejor jefe, dice, ha sido un oficial boina verde, “un cabrón que no se andaba con chingaderas” y que, cuando iban a un operativo peligroso, reunía a la tropa y le decía:
“Yo no pongo dedo (obligar a alguien a participar). No quiero culeros. El que va se la va a rifar conmigo porque quiere… —los azuzaba, y todos iban, dice el policía federal.
Porfirio afirma que él y los suyos son los mejores en la guerra contra el narco (“somos los que más enfrentamientos tenemos, los que menos muertos tenemos y los que más resultados hemos dado”). Por ello han sido enviados a diferentes “frentes de batalla”: Michoacán, Durango, Guerrero, Tamaulipas y Chihuahua.
“Donde está caliente, ahí nos mandan”. Orgulloso, presume que participó en la detención de narcos como Jaime González Durán, El Hummer, capturado en Reynosa, Tamaulipas, en noviembre de 2008.
El Hummer es desertor del Ejército y junto con otros dos ex militares, Arturo Guzmán Decena, El Z1, y Heriberto Lazcano, El Lazca, fundó Los Zetas, brazo armado del cártel del Golfo.
Adrenalina al disparar
El agente de élite habla, cuenta lo que siente cuando los narcos los emboscan y cae uno de los suyos: “Al que no le da miedo en estas acciones está fuera de sus cinco sentidos… Da coraje, impotencia, rencor. Y odio, porque son cobardes, no le entran de frente, y tú quisieras que dieran la cara y reventarles su madre…
También narra sus emociones al capturar, e incluso matar, a un criminal: “Vas a creer que estoy loco, pero da gusto. La adrenalina hace que no sientas nada a la hora de los balazos. Es como si no fueras tú, pero después da gusto, orgullo, desquite verlo ahí, muerto al cabrón. Y también sientes chido cuando agarras a uno vivo y le das unos chingadazos. Son asesinos seriales, no te olvides. ¿A cuántos habrán quebrado? Por ejemplo, El Hummer, ¿a cuántos mató o mandó a matar?
Porfirio, quien decidió entrar al Ejército para emular a su padre, está orgulloso de pertenecer a la Policía Federal: “Te motiva estar en una corporación chingona, que ya se ha ganado su prestigio. Nosotros sí sentimos el orgullo de la patria”, dice, y, ufano, muestra un video de 3:41 minutos con el himno de la corporación.
Luego pone otro video, de 6:51 minutos, tomado con un teléfono móvil desde la parte trasera de una camioneta policial durante un operativo (“vas a 170 kilómetros por hora y piensas: ‘Voy a llegar al lugar, pero no sé cómo voy a salir’”). Ahí se ve cómo persiguen a unos maleantes, los someten, les quitan sus armas, los golpean hasta que sangran los rostros y los interrogan.
Percibe asombro y se justifica: “¿Por qué si ellos no tienen piedad, nosotros sí vamos a tenerla?
—¿Y cuando está en combate, qué siente?
—Primero es la pura adrenalina y el miedo. Luego, vas a creer otra vez que estoy loco, pero te emocionas y disparas y disparas. Es como si no fueras tú. No mides el riesgo. Luego como que regresas a tus cinco sentidos, y dices: ‘No mames, cómo le brinqué tan cabrón, me pudieron matar’. Pero lo que yo siento es que quiero que se los cargue su pinche madre, porque esto es una guerra. Sí, es una guerra…
—¿Y la muerte?
—Mira, aquí estás jugando con la muerte a diario y lo que te rescata es entregarte a tu chamba, entender que alguien tiene que hacer el trabajo sucio, y ése eres tú…
—¿Van ganando la guerra o la van perdiendo? —se le pregunta y responde enfático.
—Yo creo que sí la vamos ganando… ¿Y sabes por qué? Porque la empezamos, y eso ya va de gane… El Presidente, no sé si sea bueno o malo, pero ha sabido enfrentar la delincuencia… Lo único que falta es que la inteligencia chambee más…
—¿Cómo se mide eso?
—Si hay tantos muertos, secuestros y levantones es porque les estamos pegando. Es una venganza de ellos…
Un policía federal en Ciudad Juárez, donde juega con la muerte a diario, y sus emociones al estar en guerra contra el narco.
FUENTE: EL Universal.
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